jueves, 29 de junio de 2017

Araneus diadematus y Araneus pallidus

De nuevo nos daremos una paseo por el reino animal para ver algo de su filo Arthropoda, calse Arachnida y Orden Araneae; es decir, una araña- Mas concretamente, vamos a ver una araña del suborden Araneomorphae (en ocasiones veremos que se hace referencia a él como Labidognatha) que es el grupo taxonómico en el que se incluyen las arañas que tienen sus quelíceros situados diagonalmente y cruzándose como si fueran una pinza.

La mayoría de las arañas pertenecen a este suborden y esto es aún más exagerado si nos referimos al ámbito europeo en general, y al del Mediterráneo occidental en concreto.

Araneoidea es una superfamilia de arañas araneomorfas, con catorce familias de arañas, todas con ocho ojos:

    Anapidae: 38 géneros, 150 especies
    Araneidae: 168 géneros, 3029 especies
    Cyatholipidae: 23 géneros, 58 especies
    Linyphiidae: 587 géneros, 4412 especies
    Mysmenidae 23 géneros, 123 especies
    Nesticidae: 9 géneros, 209 especies
    Pimoidae: 4 géneros, 37 especies
    Symphytognathidae: 7 géneros, 66 especies
    Synaphridae: 3 géneros, 13 especies
    Synotaxidae: 14 géneros, 82 especies
    Tetragnathidae: 47 géneros, 955 especies
    Nephilidae: 4 géneros, 61 especies
    Theridiidae: 119 géneros, 2324 especies
    Theridiosomatidae: 16 géneros, 89 especies

La familia Araneidae es la tercera mayor familia de arañas tras Salticidae y Linyphiidae incluyendo 169 géneros. Araneus Clerck, 1757 es uno de ellos.

Este género inicialmente se llamaba Epeira, del griego “Epi” que significa encma y “eiró” que significa anudar. Charles Athanase Walckenaer en 1805 acuñó este término para un conjunto de arañas que hoy sabemos son Araneidae, pero con el tiempo, Epeira se convirtió en un fondo de saco donde se incluyeron especies de las familias Araneidae, Mimetidae, Nephilidae, Tetragnathidae, Theridiidae, Theridiosomatidae, Titanoecidae y Uloboridae. Finalmente en 1815 William Elford Leach hizo el término Epeira sinónimo del género Aranea y mas tarde Eugène Simonen 1904 lo identificó con Araneus. A pesar de ello, durante el siglo XX este género se siguió utilizando: Jean-Henri Fabre se refiere a las arañas Argiope como Epeiras en su libro de 1928 "La Vie des araignées", y las clasific dentro de la familia "Epeirae". James Henry Emerton también utiliza el género Epeira en su libro de 1902 "The Common Spiders of the United States" haciendo referencia a las arañas en su mayoría hoy se considera Araneus. El popular libro de 1893 "American Spiders and their Spinningwork" de Henry Christopher McCook también utiliza el género Epeira. Pero, poco a poco a lo largo del siglo XX los autores fueron abandonando definitivamente Epeira como género.

El término Araneus que hoy utilizamos deriva del latín "araneus, -i" que significa araña o relacionado con la araña.

Las arañas de este género poseen varios venenos, pero son muy poco agresivas y no suelen picar al humano sino que prefieren huir o fingir la muerte. Sin embargo hay que destacar que las hembras pican más a menudo que los machos.

Comencemos ahora a ser mas específicos, es decir, veamos algo sobre un par de especies de este género que solo se pueden diferenciar si uno captura una hembra adulta y mira su epiginio.

Araneus diadematus y Araneus pallidus

El segundo nombre de esta araña, diadematus, deriva del griego "diadima", es decir, diadema, el antiguo adorno de los reyes persas. El término pallidus deriva del latín "pallidus, -a, -um" que significa pálido o lívido.

Araneus diadematus es la araña más común en todo el hemisferio norte de la Tierra, y en Europa occidental la llamamos la araña de jardín Europea.También vive en algunas zonas de América del Norte, en una región que se extiende desde Nueva Inglaterra hasta el sudeste de Estados Unidos y partes adyacentes de Canadá. La podemos encontrar entre arbustos, en zonas ajardinadas o con cierto grado de humedad.
Araneus pallidus es muy común en la Península Ibérica y en el sudeste de Francia. También se la puede ver en la región occidental italiana y el norte de África, localizándose en zonas de baja altitud.

Como he mencionado antes estas dos especies no se pueden distinguir a simple vista una de la otra, pero se las reconoce en su conjunto fácilmente porque todos los individuos de la especie tienen marcas moteadas en el dorso del abdomen con cinco o más puntos blancos grandes que forman una cruz de Santiago, por lo que vulgarmente también se la llama la araña de la cruz. Los puntos blancos son producidos por células que están rellenas de guanina, subproducto del metabolismo de las proteínas.
Los machos miden entre 5 y 10 mm, a diferencia de las hembras, que llegan a medir de 12 a 17 mm. El color general de la araña es variable, desde el amarillo pálido al gris o pardo oscuro, casi negro. El tórax tiene una banda central más oscura y dos laterales del mismo color. El primer par de patas es relativamente largo y se usa para explorar el terreno gracias a numerosos pelos sensoriales que tiene en su parte distal, mientras que el tercer par está muy reducido y se emplea principalmente en colocar la seda en la telaraña y en envolver con ella a las presas, así como en el desplazamiento por la telaraña. El bulbo copulador presenta una apófisis media, blanca, tiene un extremo mazudo y muestra su borde aserrado, mientras que, el extremo distal lleva un espolón. La apófisis terminal es membranosa y laminar, estando colocada por encima del émbolo. El escapo del epigino es largo, delgado, plegado, más ancho en la base y acabado en una foseta rebordeada. Las piezas basales laterales son alargadas, dando un aspecto rectangular a la base del epiginio.  En la punta del abdomen hay tres pares de hileras que secretan la seda.



Estas arañas tejen redes circulares de hasta 40 - 50 cm de diámetro, con unos 18 o 42 hilos radiales, entre las hojas o en los arbustos, con preferencia en las riberas de los ríos y normalmente a 1 m del suelo aproximadamente. Suelen permanecer cabeza abajo en el centro de la telaraña a la espera de que caiga en la trampa algún insecto volador. Cuando cae la noche la araña se come la tela junto con lo que haya conseguido atrapar. Después comenzará a construir una  nueva telaraña con antelación suficiente para que esté preparada al amanecer. Cuando se les molesta las arañas de jardín estridulan o chirrían además de agitarse con violencia en su tela, se mueven de arriba a abajo y pueden dejarse caer al suelo agarradas por un hilo de seda.
La picadura de esta araña, a pesar de su tamaño superior al centímetro y medio en las hembras, y de su mala fama, sólo provoca una hinchazón local, más o menos dolorosa, que no es peligrosa.
Para el apareamiento el macho construye una telaraña de reclamo al borde de la tela de captura de la hembra, a la que ésta se dirige una vez esté dispuesta para el apareamiento. El acoplamiento tiene una duración de entre 10 y 20 segundos. Durante la cópula, los machos abrazan el abdomen de la hembra situándose justo debajo de los quelíceros de la hembra y transfieren a ésta el esperma mediante la inserción de uno de sus pedipalpos. No es infrecuente que acaben siendo devorados por la hembra que les clava los quelíceros. Si sobrevive, el macho se va después del apareamiento y la hembra pasa varios días dentro de su retiro. A finales de verano la hembra deposita un capullo amarillo anaranjado que puede contener varios cientos de huevos bajo una piedra o una corteza y lo protege durante unos días, Después se deja morir.

A veces las hembras inmaduras hibernan en la vegetación durante un ciclo de dos años. Después de pasar todo el invierno protegidas, las crías abandonan su estuche de seda la primavera siguiente. Las arañas jóvenes emergen del capullo en primavera reuniéndose en grandes grupos hasta después de su primera muda, después de lo cual se dispersan “en su globo”; una forma de esparcimiento en el que las arañas son transportadas por el viento en un hilo de seda.
Según una leyenda Jesucristo dio la cruz a esta araña porque cuando estaba en la cruz en el momento de la pasión, ella le tejió una telaraña sobre sus heridas para protegerla de las moscas. La superstición popular hizo durante muchos años que por este motivo la gente pensase que la araña tenía poderes de emanación divina y que por ello podía bajar la fiebre o curar enfermedades digestivas o del pulmón, por ello cuando alguien se encontraba enfermo, se capturaba una de estas arañas y se la guardaba herméticamente entre las dos cáscaras de una nuez ya vacía para colgarla del cuello del enfermo. Está claro que el enfermo podría mejorar o no, pero nuestra amiga A. diadematus, siempre fallecía.

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